Entre plato y plato, al punto, como en la cocina, pero con lanas.
Esta vez, un telar, el primero que hacemos. Lanas variadas en color, texturas y grosores, elegidas sin planificar, improvisando. La colocación es laboriosa. Como la de los flecos del remate, lanas de colores anudadas cuidadosamente y recortadas a capas, eso ya sí, un poco a lo loco. Para colgarlo, unos palos medio rectos medio no que habremos encontrado paseando por el campo, teñidos después con pintura acrílica granate. En mate, claro.
Montamos el telar encima de la mesa baja del salón. De fondo algún capítulo de monsieur Poirot, y a dos manos en tres tardes, lo terminamos. Casi se tarda más en la colocación de los hilos en la estructura del telar que en trabajar con lanas sobre ellos. O tal vez sólo lo parece, por lo entretenido y lo creativo de lo segundo, y la exigencia metódica de lo primero.
Este ha sido el resultado, ya en su sito.
Comments