La cocina de Bárbara
28 de may de 20202 min.
Actualizado: 15 de ago de 2023
Croquetones de nada. Croquetones, sí: aunque la bechamel esté densa, si es de esas sobras que digo y fue concebida para otros fines, probablemente no está todo lo entera que necesitamos para moldear con facilidad una croquetas pequeñas, tradicionales o redondas. Así que la opción de hundir la cuchara en la bechamel para arrastrar una cantidad generosa sin pretensiones de moldearla demasiado, es la mejor alternativa.
Con esta operación consigo unas porciones grandes e irregulares, las paso directas al pan rallado, y sólo en ese momento es posible suavizar un poco los contornos. De ahí al huevo, y del huevo de nuevo al pan rallado. Si la viscosidad está muy al límite, repito esta operación de huevo y pan rallado para asegurar que la cobertura del rebozado cumplirá con su cometido de barrera de contención. A medida que rebozo, voy friendo con aceite bien caliente para que enseguida se doren. Así se evita que la bechamel se revolucione con el calor y se precipite por algún resquicio del rebozado. De esta forma además consigo ese exterior crujiente tan apetecible.
Son una delicia. Me recuerdan a las de mi abuela, aunque ella le añadía huevo cocido desmenuzado, pero el efecto final es el mismo: al cortar la croqueta la bechamel asoma suave como con ganas de deslizarse. Siempre se pueden acompañar de un buen jamón al lado, y de un huevo frito, como hacíamos en mi casa. O simplemente, con tomates cherry.